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"I'm here, it's always Friday"

  • Sebastián Cesti
  • 18 sept 2016
  • 5 Min. de lectura

Es sábado por la noche y mis padres me preguntan si es que voy a cenar con ellos. Les digo que no porque buscaría en un rato a Chato (mi amigo del cole) para ir al Fridays del Jockey Plaza. Me encontré con él en el parque de Santa Felicia que está a pocos minutos de donde vivo a las 7:50 pm, y luego caminamos al paradero para esperar a la 209 – bus que nos llevaría hasta nuestro destino. Felizmente traigo abrigo porque la noche es fría, pero imagino que en el restaurante el ambiente estará cálido, más aún cuando se juega el clásico del fútbol peruano ALIANZA LIMA VS UNIVERSITARIO DE DEPORTES y es un hecho que lo transmitirán en las pantallas con las que cuenta Fridays y también es un hecho que se viene el quino.

Me encuentro afuera del local, detenido por un momento para tomar unas cuantas fotos de la fachada. Debo admitir que nunca me llamó la atención comer en Fridays y esta será mi primera vez ingresando a uno. Sé que la comida es costosa aquí pero justo ando en la época de las vacas flacas y el Chato también así que trataremos de pedir lo más económico que haya.

Ya adentro una señorita de radiante sonrisa nos lleva hacia una mesa alta para dos. Sinceramente no es la mejor ubicación, pero no hay muchas opciones disponibles. Mientras nos traen la carta doy un pequeño recorrido visual de 360 grados. Pantallas LED por todos lados transmitiendo el encuentro de fútbol que hasta ese momento tenía empatados a ambos equipos a 1 gol. Tengo una gran frase en la pared del frente que dice I’M HERE, IT’S ALWAYS FRIDAY. Por andar observando no me había dado cuenta de que habían traído la carta hace ya unos minutos. Busco algo que no pase los 10 soles, pero no lo encuentro y aunque el olor a costillitas con salsa BBQ me fascina sé que no podré costearlas. Una chica se acerca preguntando si estábamos listos para hacer nuestro pedido llevándose un NO como respuesta. Al minuto se acercó un chico y le dije que quería un milkshake de lúcuma y el Chato no pidió nada.

No tardaron mucho en traer el milkshake y tampoco tardé mucho en darme cuenta de que no era tan bueno como se veía en la foto. Lo que sí me pareció bueno era el playlist lleno de música electrónica que retumbaba en los parlantes. Para este momento sonaba CHILDREN OF THE WILD del maestro Steve Angello y me dio una sensación de paz para empezar con la observación a los demás comensales, la cual se fue disipando poco a poco porque sentí que era yo el observado y no hablo de las numerosas cámaras de vigilancia empotradas al techo, sino de la gente. Y era curioso porque la gran mayoría de personas tenía la mirada clavada en su Smartphone. El fenómeno de andar ignorando al resto por prestarle atención al celular se llama phubbing y al parecer Fridays está plagado de phubbers y solo es cuestión de identificarlos.

Bajando los escalones, a mi derecha y en una mesa más grande que la mía hay un grupo de cuatro amigos no mayores de 25 años y están vestidos elegantemente. Son tres chicas y tan solo un chico. Desde el momento en el que empecé a observarlos una de las chicas no ha soltado el celular para nada. El resto del grupo conversa y se ríe, pero al parecer ella no se inmuta de lo que pasa a su alrededor. He encontrado a mi primera phubber y me siento emocionado. Yo me encuentro conversando con el Chato cuando de repente me hace una seña indicándome voltear hacia la mesa de los cuatro amigos. ¡Era increíble lo que estaba pasando! Las dos chicas restantes ahora se han unido al club de phubbers y es muy triste en verdad ver cómo el chico mira al techo sin saber qué decir o quizá pensando que si habla es muy probable que sea ignorado.

El clásico terminó empatado y yo mientras trataba de hacer durar mi milkshake tantas horas como fuese posible. En los parlantes ahora sonaba BAILAR, una especie de electro merengue producido por Deorro junto a Elvis Crespo. Y créanme, tenía ganas de bailar.

Llegan dos hombres y se acomodan en la mesa de al lado. El Chato me dice que parecen ser padre e hijo, pero yo no los veo de esa forma. No se hablan y para mí eso ya no es una sorpresa. Es el smartphone, al parecer, el que impide que se hablen. Sé que es un dispositivo muy adictivo, pero me pregunto cuál es la gracia de salir a comer acompañado de una persona si es que no le diriges la palabra o ni siquiera haces el intento. El chico está haciendo uso de las redes sociales, sin embargo, no se comunica con nadie y simplemente observa lo que Facebook le tenga que mostrar. Ahora han intercambiado los roles y el otro hombre agarra el celular para mandar unos cuantos mensajes. Todo esto ocurre mientras esperan la comida. Por último, son ambos quienes tienen el celular a la mano y hasta el momento no los he escuchado hablarse en lo más mínimo.

Parece ser que parte del ritual de esperar la comida en un restaurante es tomar el celular y darle una chequeada o mil. El olor a costillas sigue consumiéndome por dentro y yo con este ordinario milkshake.

Mientras sonaba SUN GOES DOWN, se escucha en el fondo el famoso JAPI BERDEY TUYÚ y es que un tanto lejos de nosotros había una cumpleañera reunida con su familia. Al menos vi tres celulares grabando el acontecimiento que sería guardado para la posteridad.

Un poco más cerca de donde el desafinado cántico de cumpleaños se llevaba a cabo hay una pareja de novios sentada. La chica viste un corto vestido color rojo y el chico un terno gris y corbata roja. Quizá habían planeado combinar atuendos para esa noche. Lo interesante es que por momentos se ríen juntos y de un momento a otro dejan de hablarse para revisar sus respectivos celulares. El hombre se acerca a su novia y le enseña algo que vio en su celular y ella empieza a reír, pero el silencio vuelve rápidamente.

Mi milkshake ya se acabó y pido la cuenta. Cuando el mozo se acercó le pregunté sobre el tema de los celulares dentro del restaurante y me comentó que parte del servicio que ellos brindan está en ofrecer la contraseña del wifi a quienes la piden. Y son muchas las personas que al sentarse lo primero que hacen es pedir la contraseña que les abrirá las puertas al mundo virtual sin tener que gastar los datos de internet móvil. El mozo menciona que, para él, el hecho de que las personas sean adictas al celular influye quizá en la manera como ellos sienten el sabor de la comida de Fridays, pero no hay nada que él pueda hacer porque está convencido de que para la gente ya es algo totalmente normal. Agradezco y dejo los 12 soles que costaba el milkshake más 1 sol de propina.

Vuelvo a mi barrio junto a Chato que vive en la esquina y nos despedimos emotivamente con un abrazo. Llego a casa a las 10:40 pm aproximadamente y les cuento a mis papás mi experiencia en Fridays. Ellos me escuchan para luego decirme que hay hot dogs en la refri. Nada mejor que unos hot dogs fritos para terminar el día. Netflix and chill y a dormir.


 
 
 

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